PIRRO - 316-272 AC.

La infancia del joven príncipe Pirro no fue nada estable, a cierta altura un grupo de molosos expulsó a Eacides y colocó en el trono a un hijo de Neoptólemo, quien de inmediato ejecutó a todos los amigos, parientes y apoyadores de Eacides.

Pirro, que aún era pequeño, escapó de la masacre gracias a un fiel amigo de su padre, Andróclides, que condujo a un grupo de siervos y las criadas del joven príncipe, emprendiendo un peligroso viaje por las montañas hacia Megara, una ciudad de Macedonia.

Después de esquivarse de sus perseguidores en varias ocasiones, finalmente llegaron a las proximidades de Megara. Sin embargo, pareció que el fracaso les había alcanzado en el último momento, pues el río que corre al lado de la ciudad, parecía ser imposible de cruzar a causa de una creciente, descendía tempestuoso, desbordando sus márgenes. Para el pequeño grupo de fugitivos, la oscuridad de la noche lluviosa y el trueno de las aguas tempestuosas aumentaban la sensación de miedo e impotencia.

Cuando amaneció observaron a algunas personas en la otra margen del río, gritaron suplicando ayuda, pero no conseguían ser escuchados por las personas que, atraídas por sus gestos evidentemente desesperados, comenzaron a llamar a otros habitantes de la ciudad.

Al ver que no lograrían comunicarse gritando, a causa del fuerte sonido del torrente, Andróclides tuvo una idea, arrancó una cáscara de árbol, con un cuchillo escribió unas pocas palabras explicando la difícil situación del niño, amarró la mensaje en una flecha y la lanzó hacia el otro lado.

Cuando las personas de la ciudad comprendieron la urgencia, consiguieron un bote y con gran esfuerzo ayudaron a transportar a Pirro y sus acompañantes.

De todas formas, no permanecieron muchos días en Megara, pues allí no estarían a salvo por mucho tiempo. Su destino final era Iliria, en la corte del poderoso rey Gláucias...