Lo Ãēnico que el dinero de aquel ruso no podÃa comprar era a ella El despiadado Serge Marinov pensaba que la deslumbrante sonrisa y el cuerpo voluptuoso de Clementine Chevalier podÃan provocar verdaderos disturbios. Era tan cautivadora que eran necesarias ciertas reglas: Êl le darÃa noches de placer, pero a la luz del dÃa de San Petersburgo desaparecerÃa. Serge era la fantasÃa secreta de Clementine hecha realidad, pero ella no estaba interesada en el dinero, asà que puso ciertas condiciones: no serÃa su amante hasta que le demostrara que era algo mÃĄs que un capricho pasajero para Êl.