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El poeta cubano Juan Clemente Zenea nació en Bayamo, el 24 de febrero de 1832. Murió fusilado por las fuerzas españolas el 25 de agosto de 1871, en el complejo militar de la Fortaleza de San Carlos de La Cabaña, en La Habana.
Como poeta ejerció una gran influencia en la literatura cubana al retomar el Romanticismo, marcando una nueva línea en la poesía hispanoamericana. Su temas poéticos giraban alrededor de la muerte, la melancolía, las ansias de libertad, el amor y la personificación de la naturaleza.
Entre sus composiciones más conocidas destaca el poema elegíaco Fidelia, dedicado a su amor eterno, la actriz estadounidense Adah Menken. En este poema el autor revela profundos sentimientos. Establece, además, un contraste con la naturaleza que le rodea: efímera y pasajera, que alcanza un alto grado de espiritualización. No es un paisaje cubano típico, es un paisaje poético, soñado, ideal, hecho de sensaciones.

Acerca del autor

(24 de febrero de 1832-25 de agosto de 1871) Juan Clemente Zenea era hijo de un teniente español y de una hermana del poeta cubano José Fornaris. Estudió en una escuela privada de Bayamo, ciudad del oriente de Cuba. En 1845 se fue a vivir a La Habana, donde ingresó en el colegio El Salvador, de José de la Luz y Caballero. En 1846 publicó sus primeros poemas en La Prensa, periódico del que llegó a ser redactor en 1849. Un folletín suyo aparecido en esta publicación durante una semana santa provocó que el Obispado pretendiese excomulgarlo, sin embargo, su padre publicó una carta de retractación que le hizo firmar y fue perdonado. Por entonces es amante de Adah Menken, poetisa y actriz norteamericana llegada a La Habana con una compañía de Nueva Orleans. En 1852 se fue a vivir a Nueva Orleans. En esa ciudad continuó su affaire con Adah Menken, se afilió al club El Orden de la joven Cuba y colaboró en El Correo de Luisiana, El Independiente y Faro de Cuba, en el que aparecieron sus campañas contra el gobierno español. Más tarde en Nueva York, perteneció a la sociedad La Estrella Solitaria y escribió propaganda anexionista en La Verdad, El Filibustero, y El Cubano. En 1853 fue condenado a muerte en La Habana, pero tras una amnistía general pudo regresar al año siguiente a dicha ciudad, donde vivió más de diez años con excepción de un viaje a Estados Unidos en 1856. En 1865 regresó a Nueva York. Allí se arruinó en actividades mercantiles fracasadas. Colaboró en La Voz de América y dirigió la Revista del Nuevo Mundo. Invitado por Pedro Santacilia vivió en México, donde fue redactor del Diario Oficial. Al comenzar la revolución cubana en 1868, se marchó a Estados Unidos. Participó en las fracasadas expediciones del Catherine Whiting y el Lillian; redactó el periódico La Revolución, que fundó junto a Néstor Ponce de León; colaboró en El Mundo Nuevo, y América Ilustrada y dio conferencias en el Ateneo Cubano de Filadelfia. En 1870 viajó clandestinamente a Cuba en circunstancias ambiguas, tenía dos propósitos; uno obtener información para la Junta Cubana de Nueva York, y otro proponer a los insurrectos, a nombre del gobierno español, la autonomía a cambio de la capitulación. Cuando intentaba regresar a Estados Unidos, tras una infructuosa entrevista con Carlos Manuel de Céspedes, presidente de la República en Armas, fue detenido por una columna española. Fue fusilado tras permanecer ocho meses incomunicado en la fortaleza de La Cabaña, en La Habana. Dejó inéditas Jaquelina y Reginaldo, novela escrita en verso; La azucena del valle, leyenda en verso escrita en colaboración con José Agustín Quintero y una edición crítico-bibliográfica de las poesías de José María Heredia.

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