Este libro, publicado en el 450.º aniversario del acontecimiento, nos muestra cómo esa causa quedaba también subordinada al poder y a mayores beneficios comerciales. Al comienzo de la batalla, el Imperio otomano poseía la armada más grande del mundo; cinco horas más tarde había dejado de existir, y perdido toda su hegemonía y poder marítimos.
Sin duda, tras enfrentarse a la Liga Santa financiada por Felipe II y encabezada por su hermanastro Juan de Austria, el Turco no estaba acabado, pero ya nunca volvería a ser el mismo ni a participar en un combate naval de importancia.