QuÊ tÃtulo tan honorable: "Pueblo mÃo". QuÊ relaciÃŗn tan segura: "ÂĄtu Dios!" QuÊ tarea tan agradable: "ÂĄConsolad a mi pueblo!". Se puede sugerir una triple razÃŗn para la duplicaciÃŗn del encargo. Primero, porque a veces las almas de los creyentes se niegan a ser consoladas (Salmo 77:2), y el consuelo necesita ser repetido. En segundo lugar, para insistir en este deber con mayor Ênfasis en el corazÃŗn del predicador, para que no tenga que escatimar en la administraciÃŗn de la consolaciÃŗn. Tercero, para asegurarnos que Dios mismo desea de todo corazÃŗn que su pueblo tenga buen ÃĄnimo (Filipenses 4:4).