El mal existe, forma parte de la condición humana, como la piel y huesos que nos conforman.
El mal es también un cáncer social y mi trabajo es extirparlo. Por eso decidí ser policía.
Pude elegir otro trabajo menos comprometido o visceral. La gente se obsesiona por cualquier cosa, y la mayoría por cuestiones menos escabrosas. Yo no puedo hacerlo.
Mi trabajo me muestra el mal como algo cotidiano, ordinario, normalizando acciones inaceptables, que una vez realizadas se convierten en hechos.
Y los hechos son los hechos, reales, innegables, tercos, presentes e inapelables.
Alguien dijo que no hay hechos, sólo interpretaciones. No puedo estar más en desacuerdo. Los hechos siempre mandan.
Un cuello degollado, una mujer violada, un niño víctima de abusos, o que sufre bulling, una estafa que deja arruinado a alguien. ¿Qué tienen en común? Dolor, sufrimiento, injusticia, desesperación, el mal. Quien lo sufre lo vive, no se limita a interpretarlo, como quien observa un partido de fútbol desde las gradas.
El mal es el objetivo de aquellos que desean consumarlo, y un reto para quienes luchamos por eliminarlo.