La creación de un nuevo modo de vida no empieza con reformas externas o cambios superficiales en las organizaciones, las leyes o las estructuras sociales. La verdadera transformación debe empezar dentro de cada individuo, renovando su mente y la percepción que tiene de sí mismo. Es el despertar interior el que moldea la realidad exterior. El hombre sólo puede manifestar en el mundo lo que afirma como verdadero en su interior. Esta afirmación personal, alimentada por la imaginación y el amor, es el punto de partida para crear un futuro más armonioso y elevado.
La clave de esta transformación reside en cambiar las ideas y creencias que habitan en nuestra mente. La imaginación, a menudo subestimada, es la herramienta más poderosa que tenemos para forjar el destino. Cuando se disciplina y se guía por un propósito elevado, es capaz de transformar la realidad que nos rodea, influyendo en nuestras relaciones, circunstancias e incluso en el entorno en el que vivimos. Todo lo que vemos y experimentamos es un reflejo de nuestra autoconciencia.
La fe auténtica, la que produce resultados concretos, no es un simple acto de deseo o voluntad, sino el reconocimiento sereno de que lo que deseamos ya se ha realizado. La verdadera oración, por tanto, no es una petición ansiosa, sino un estado de plena confianza. Al visualizar el deseo ya realizado y sentir la realidad de esta visualización, creamos las condiciones necesarias para que el deseo se manifieste.
Esta transformación requiere persistencia y práctica constante. Al igual que aprender una nueva habilidad requiere dedicación diaria, el proceso de renovación de la mente es continuo. La meditación y la visualización son prácticas esenciales para cultivar el control sobre la imaginación y mantenerse centrado en ideales elevados. Sólo con esta disciplina interior podemos convertirnos realmente en dueños de nuestra realidad.
La clave de este cambio es la voluntad de abandonar viejos conceptos y creencias, sustituyéndolos por ideas más elevadas y nobles. El cambio exterior es imposible sin transformar primero el corazón. La verdadera religión, la que aporta paz y satisfacción duraderas, no se encuentra en los dogmas externos, sino que nace de la profunda experiencia interior de renovación. A través de este cambio de actitud, alimentado por el amor y guiado por la imaginación, creamos un nuevo futuro, un futuro que comienza con la transformación de uno mismo.
A.R.Ribeiro.